viernes, 16 de julio de 2010

Adicto

Aquella noche salí rumbo a la Iglesia, dispuesto a dejar mi adicción. Quería cambiar, que mi vida tuviera sentido. Pero me di cuenta que no tenía otra manera de ser más que esa. Y sin pensarlo dos veces, hendí el cuchillo en el cuello de una dama noctámbula y bebí su sangre hasta el hartazgo.

La separación


Se la llevaron lejos para que jamás volviera a verla.

La amaba tanto que él dijo quedarse sin alma, y cayó en una eterna y dolorosa agonía sobre la cama donde muchas veces le demostró su amor sincero.
Pero ella, aún no se explica porqué a la luz del día y de la luna, su figura proyecta dos sombras que se abrazan.

Despertar


Begoña cayó dormida y soñó con una ciudad hermosa, llena de aves blancas surcando un cielo azul como el inmenso mar. Soñó que había grandes palacios donde vivían reyes que cabalgaban unicornios mágicos, capaces de pintar el arco iris con su largo cuerno.


Begoña despertó entre la oscuridad de un cuarto apestoso a mierda. La puerta principal se abrió de nuevo. Su padre, se acercó otra vez desnudo a ella.

Posesión

Mi boca roza los labios que jamás quisieron unirse a los míos por desprecio. Con las manos toco los pechos que siempre quise acariciar con sutileza. Desnudo el cuerpo tanto deseado. Me moja de un líquido espeso y lo unto a mi pecho desnudo también. La mujer que poseo no experimenta la sensación que me eriza la piel al hacerle el amor. Ella duerme el último sueño sobre un charco rojizo expandido en el suelo.